Un texto tiene que ser ante todo una construcción lingüísticaUn text literari ha de ser abans que res una construcció lingüística

Entrevista de Juan García Ribas, estudiante de Filosofía en la Universidad de Barcelona, al novelista Pasqual Farràs, para concluir el trabajo de fin de curso.

Pasqual Farràs nació en Solsona en 1959 y se licenció en Filología catalana por la Universidad de Barcelona. Reside en Barcelona, donde fue profesor de instituto hasta su jubilación. A los treinta años de edad inició un proyecto literario que le ha llevado a la publicación de dos novelas: La mort del fabulador (Quaderns crema, 1999) y El vigilant i les coses (Ediciones de 1984, 2009). Otras dos novelas cerrarán tal proyecto: La necessitat y La vida a la frontera.

Las novelas de Farràs son obras donde prima la reflexión, por lo que su contenido es próximo al de la filosofía, sin dejar de ser novelas de ficción. Nos gustaría preguntarle sobre su condición de autor y filólogo, por su relación con la literatura y también sobre el proceso creativo literario. Para empezar, podemos abordar el que tal vez sea el asunto más difícil. ¿Qué es la literatura? O, a falta de que haya una respuesta unívoca y definitiva, ¿Cómo comprende usted la literatura y en qué se distingue de otras comprensiones? Se puede usar una noción más abierta de literatura o una más cerrada (si todo texto es literatura, por ejemplo, o si sólo lo es la ficción). ¿Qué características atribuye usted a la literatura frente a otras cosas?

—Yo entiendo que la literatura es retórica. Y que un texto literario tiene que ser ante todo una construcción lingüística. Un artificio. Pero en ningún caso banal e intrascendente, al contrario. Tiene que ser un instrumento apto para la comprensión del mundo. Una maquinaria que sitúa el autor en disposición ante todo aquello que nos parece incomprensible. Pero a la vez tendría que prescindir de cualquier tentativa utilitarista. La literatura que a mi me interesa es la que no sirve para nada. No se tiene que utilizar para defender ningún dogma, no tiene que estar al servicio de ninguna ideología, de ninguna doctrina, de ninguna moral. Su aspiración se sustenta en su misma presencia, en su propia existencia. No es el espejo del mundo, es el mundo mismo, un mundo autónomo, completo i trascendente, profundamente arraigado en lo que es esencial, i capaz de desplegarse más allá del sujeto que lo elabora. Si el texto es verdad será la respuesta a alguna inquietud fundamental. Si no se produce la fusión, todo quedará en nada, no será nada más que un murmullo vacío. Admito que ésta es una concepción del texto literario arriesgada y compleja, al margen de otras posibilidades más próximas a los recetarios, a las proclamas demagógicas o a los panfletos sentimentales, que puede que respondan a algún tipo de necesidad, y que por lo tanto tienen razón de existrir. Pero en todo caso no es lo que estoy haciendo yo.

Relacionado con esto, ¿Qué le interesa de la literatura? ¿Han cambiado sus intereses respecto a la literatura? Se oye hablar de multitud de funciones de la literatura: funciones sociales e individuales, revolucionarias y analgésicas, funciones necesarias y caprichosas. ¿Qué papel cree que juega la literatura? ¿Es pura mercancía o es un lugar donde mostrar algo de la realidad que no se ve a simple vista? ¿Para qué escribir? ¿Es una necesidad personal, para desahogarse o por egocentrismo, o la literatura puede contener algo que hay que compartir? Y, finalmente, ¿qué papel juega su propia obra? ¿Qué pretende escribiendo?

—Mi próxima novela, la tercera, se titula precisamente “La necesidad”. Y habla del impulso que proyecta al creador a la construcción de su obra. Lo contrario de lo necesario es lo caprichoso, resultado del azar, irrelevante, casual, superfluo, insignificante. Pienso que al escribir me tengo que alejar de estas tentaciones. El resultado final tiene que ser la consecuencia de un trabajo ineludible, que no tenga el origen en el oportunismo o en nada pasajero, provisional, temporal. Necesario significa verdadero, permanente, inevitable, sustancial, definitorio. Por lo tanto, nada parecido a un producto comercial. Si llegara a tener un uso terapéutico, o llegara a servir para desahogarse, entonces mal, ya hay otros remedios para estas dolencias. Pero admito que sin unas fuertes dosis de egocentrismo no llegaríamos a nada. Hay una pulsión íntima que nace con la necesidad de ser proyectada hacia los demás, esto es así. Qué pretendo, escribiendo, pues? No se me ocurre qué sería yo si no escribiera. No es resultado de una decisión arbitraria. Es el fundamento de una personalidad, que se concreta en una manera de mirar, de pensar y de vivir. Es un compromiso no decidido, no pensado, simplemente está ahí, y lo condiciona todo.

Relacionado con la recepción de la literatura por parte de la sociedad, hay que decir que una obra como la suya no parece llegar a un gran público. ¿Cómo ha sido recibida? ¿Escribe para un grupo selecto, elitista, un grupo de iniciados capaces de leer y entender sus obras? Está claro que sus obras, sin ser experimentos extremos, pertenecen a una tradición literaria vanguardista, que se distancia de los cánones que más se publicitan y que más éxito popular tienen (precisamente porque se publicitan). ¿Aspira a un gran público? ¿Sería, acaso, posible?

—No conozco a ningún autor que se haya propuesto no tener lectores, i si alguno lo dice seguro que miente. Claro que me gustaría ser leído por mucha gente. Algo distinto seria que para lograrlo traicionase los principios de mi proyecto. No puedo hacer otra cosa distinta de lo que hago, y ya que no puedo desesperar, admitiré con resignada sabiduría que escribiendo así estoy renunciando a la popularidad. Pero también debo admitir que me siento a gusto dentro de una tradición vanguardista, experimental, incluso transgresora. Hay un público selecto, exigente, con referencias, formado, que reclama estas formas, las necesita i disfruta con ellas. También es una evidencia que estas poéticas ya son parte de la tradición. I los creyentes de la cofradía ya son una inmensa minoría, que además tiene mucha influencia. Así que puede que sea verdad que viajo por los laterales, pero tampoco es que salga del escenario principal. No quiero estar al margen, quiero participar, quiero salir en la foto. Pero quiero ir por mi cuenta. En contra de todo lo que ya se ha dicho o se ha hecho se puede estar muy a gusto. Pero no nos engañemos, el sistema es muy poderoso, y pueden integrar perfectamente estas divergencias inofensivas. Si alguien quisiera sugerir que mis obras son muy extravagantes, yo le podría contestar que han sido publicadas en editoriales nada periféricas, i han sido reseñadas en publicaciones nada sospechosas. No me parezco en nada a un outsider.

Pasemos a hablar de la escritura. Son curiosos los largos periodos en los que escribe sus novelas. No vivir de la literatura puede parecer que da cierta comodidad para escribir, pues no hay necesidad de publicar constantemente. A la vez, si se tiene otra profesión, uno no se puede dedicar por completo a escribir. Tampoco hay que olvidar que todo autor está sujeto a exigencias editoriales. ¿Qué ventajas y problemas ha encontrado en su modo de trabajar en este sentido? ¿Y cómo ha sido su relación con las editoriales precisamente por su método de trabajo y su estilo literario?

—Resuelta la vida profesional en otro ámbito, en mi caso la enseñanza, lo que he obtenido ha sido tiempo i una total libertad para escribir sin concesiones, he hecho exactamente lo que quería i como lo quería hacer, i esto el escritor que depende económicamente de la escritura no lo puede decir siempre. Pero esta opción es muy sacrificada, exige mucho esfuerzo, i cuando llega el día que publicas mucha gente, cuando te reconoce, ja habían interpretado que había abandonado. Yo he tenido la suerte que los editores lo han entendido. Esta situación a menudo es difícil de defender. Yo identifico la no profesionalización con la integridad i la autenticidad. Sin embargo, el sentido común presupone que siempre será más interesante i trascendente la obra de alguien que se ha profesionalizado. Mi opción va en contra de las primeras evidencias. Pero para mí ha sido útil. También quiero dejar claro ejerciendo mi profesión lo he pasado siempre muy bien, i en ningún caso ha sido un obstáculo, lo que he aprendido enseñando ha repercutido en mi obra, y también lo contrario, el escritor ha mejorado al profesor.

Por otro lado, ¿cómo escribe? ¿Ha seguido un mismo proceso de creación para todas sus novelas o ha variado? ¿Cuál o cuáles son estos procesos? Es fácil aceptar que no existe un único método de escritura, ¿qué implicaciones tiene esto en el aprendizaje? ¿Cómo se aprende a escribir? ¿Hasta qué punto se pueden enseñar técnicas para escribir?

—Estoy convencido de que mi manera de trabajar vulnera todos los códigos que se enseñan en las academias de escritura. Yo no trabajo a partir de argumentos. Tampoco de psicologías. Ni de decorados reconocibles. Parto de una situación inicial en la que un personaje de rasgos aún muy indefinidos se enfrenta a una situación de entrada inaprehensible. Es en la medida que este personaje intenta integrarse en este universo incierto que se va desarrollando su trayectoria intelectual y moral. El personaje crece con las pautas y las perspectivas que marca el proceso de escritura. Al final todo lo resuelve el lenguaje, aquello que se dice lo determina todo. Y dado que este proceso continúa a lo largo del tiempo, porque el trabajo de la escritura así lo requiere, es posible una mirada lúcida y nada conformista con el mundo. En tanto que la novela no propone nada en concreto, puede hablar de todo lo que es des del punto de vista humano pertinente. Ahora bien, este flujo que es el discurso tiene que encajar dentro de una estructura que está muy pautada, y previamente muy pensada. Es un caudal léxico que tiene que llenar un molde que ha sido preparado para engendrar este prodigio que es en definitiva el texto.

Para terminar con esta sección y ligar con la siguiente: ¿las ideas y reflexiones que aparecen sus obras, están desarrolladas previamente o nacen y crecen con la propia escritura de la novela?

—Las ideas sólo existen asociada al lenguaje con el que han sido expresadas. Ha sido necesario el lenguaje para garantizar que existieran. Al principio todo no es otra cosa que intuición. Una vaga, incierta posibilidad que se concretará finalmente con la experiencia verbal. Puede parecer que la palabra ha sido el camino, el itinerario, pero es también el objetivo final, el punto de llegada, es el mundo lleno de sentido.

Antes hemos afirmado que en las novelas de Farràs prima la reflexión sobre la acción, y que por ello sus relatos se aproximan a la filosofía. De hecho, las temáticas tratadas son también problemas filosóficos y antropológicos. ¿Cuál es su relación con el pensamiento de la tradición filosófica? ¿Es una relación mediada por la literatura?

—Siempre que me hablan de la dimensión filosófica de mis novelas siento vértigo o vergüenza, porque yo no tengo formación filosófica. Algo muy distinto es que las preocupaciones que vertebran mis obras (o las peripecias de mis personajes) coinciden con temáticas que han tentado la atención de diversas filosofías. Pero yo soy sólo un novelista, con esta tarea ya tengo suficiente. Pienso que con la ficción novelesca puedo llegar hasta lindes donde la filosofía no puede labrar, del mismo modo que la especulación filosófica permite elaborar un discurso totalmente alejado de las posibilidades del juego literario. Son caminos que en algún momento coinciden, pero con perspectivas, métodos y finalidades diferenciadas. Yo pretendo la construcción de un mundo a través del lenguaje. Este atrevimiento sí que parte de una ambición de la que no renegaría ningún filósofo.

Y por otro lado, ¿Qué relación establece entre los contenidos de sus obras y su propia biografía? Los problemas que un autor trata son problemas con los que se ha topado en su vida. Pero no necesariamente son problemas propios, sino problemas que uno encuentra en los demás o en otras cosas. En cualquier caso, ¿Qué relación tiene con los personajes que crea, y en concreto con los protagonistas? ¿Se proyecta a sí mismo en algún personaje o no se identifica con ninguno?

—Yo soy el texto que escribo. En todo lo que escribo estoy yo, plenamente, sin atenuantes ni matices. Pero mi vanidad tiene un l-imite. Todo lo que proyecto de mí en mis textos es esencialmente humano, i es en la medida que cualquiera se puede identificar con ello que tiene validez universal. Es cierto que es en buena medida una confesión, que me homologa con los otros, con todo el mundo. Soy yo, efectivamente, que me proyecto i por lo tanto me confundo con la idea.

También es interesante ver la relación que hay entre sus novelas. A nuestro parecer, en ambas obras las aventuras de los personajes están relatadas de un modo bastante abstracto, poco concreto, a la vez que dan pie a profundas reflexiones. Sobre todo en La mort del fabulador. Aquí nos encontramos en un lugar incierto, en una época indeterminada. Los personajes no tienen nombre, se identifican por su trabajo o por algún atributo. Son casi caricaturas. Las acciones son relatadas de un modo extraño, incluso confuso. Las situaciones son caóticas, con mucha gente, con mucho alboroto, sin estar muy claro que hace cada uno. Parece que sea así para mostrar la confusión del protagonista, para mostrar su problemática relación con un entorno que le es nuevo y al que, poco a poco, va dando sentido. Por otro lado, El vigilant i les coses es un poco menos abstracta: el mundo parece tener más orden. El protagonista, August, es un vigilante de unos almacenes que pretende tener una comprensión del mundo clara y ordenada. Para ello toma una distancia que, a la vez, le hace aislarse, perder contacto con el mundo que trata de dominar. Pero se obsesiona con volver al mundo. Esta tarea resulta complicada y hasta imposible. La novela muestra la difícil relación de esta especie de filósofo que es August con el mundo que quiere vigilar, enfatizando la tensión entre el cómodo aislarse y el deber moral  de actuar, aunque sea para calmar la culpabilidad por su desentendimiento con la sociedad. En ambas novelas, pues hay una premisa común: la difícil relación del individuo con el mundo y el intento de darle sentido. Pero es desarrollada de modo distinto, y aparecen algunos otros temas. ¿Qué papel juega cada novela en su proyecto literario? Su segunda obra, como hemos señalado, es menos abstracta que la primera. ¿A qué se debe esta deriva? ¿Tiene que ver con el contenido que quería exponer? ¿Qué camino seguirán sus siguientes obras? ¿En qué puntos ligarán con sus precedentes?

—Ambos personajes, el fabulador y el vigilante, intentan poner orden al desbarajuste que tienen enfrente. En el fondo, el tema de las dos novelas es éste, las posibilidades del lenguaje para dominar la realidad. El fabulador se enfrenta a un mundo mucho más caótico, es el territorio de los deseos inconscientes, el delirio que puede con todo, una paranoia inconcebible. En el caso del vigilante todo es más concreto, ya es un mundo creíble, pero mal construido, lleno de desajustes y de injusticias, con amenazas y claudicaciones verosímiles. En la próxima novela, La necessitat, la protagonista es una mujer con una historia que la humaniza, con desazones y criterios coetáneos, cercana a cualquier tipo de lector. Es evidente que si las observamos en perspectiva hay un proceso que va de la complejidad de la parábola a la profundidad que permiten las cosas concretas. Este itinerario tiene consecuencias en el estilo, pasamos de una poeticidad excéntrica a una prosa mucho más asida al sentido. Hay quizás un proceso de depuración. Al principio todo eran revelaciones, ahora cobra más importancia la significación objetiva. También conviene situar las novelas dentro del tiempo personal. Ahora, con mi edad, no podría enfrentarme a un universo como el del fabulador, que pedía una fe y una confianza en las posibilidades expresivas del lenguaje fascinantes. Con el vigilante intenté subordinar los excesos de la forma a la credibilidad de un universo en tensión que aspiraba a ser integrado en un discurso coherente y factible. Para llegar hasta allí era preciso deshacerse de tendencias malabaristas para agarrarse a formulaciones más comprensibles. Pero en los dos casos todavía trabajaba con personajes que no parecían personas, eran arquetipos, complejos literarios, como si fueran intérpretes. La protagonista de mi próxima novela es una mujer concreta con un relieve temporal, con una edad y una experiencia que permiten una interpretación intelectual y moral del mundo, y ésta es una exploración de la que no habría sido capaz cuando me enfrenté a la dos novelas anteriores. En el conjunto de mi obra hay una aspiración de totalidad, todas las piezas se complementan para llegar a la forma finita y completa.

Y volviendo al asunto filosófico: la relación entre el individuo y el mundo, la capacidad de dar sentido al mundo mediante la fabulación, la tensión entre distanciarse para conocer y querer participar en el mundo, etc., son temas tratados también en filosofía. ¿Qué diferencias de contenido cree que se pueden dar al tratar tales temas en una novela y al tratarlos en un tratado filosófico?

—La novela es un territorio que puede eludir exigencias conceptuales necesarias en el discurso filosófico. No trabajo con ideas, antes lo hago con imágenes. El individuo solo que se enfrenta a la incomprensión del mundo con la única estrategia de la inventiva verbal. Es el fabulador. El individuo que se imagina desprendido de todo para poder interpretar las cosas des de la objetividad que le otorga la distancia, pero que permanece siempre insatisfecho i en consecuencia intenta intervenir, aunque en este caso no entiende nada. Es el vigilante. La protagonista de La necessitat, que es una artista, una fotògrafa, intentará conocer qué caminos tiene que recorrer para acercarse a la verdad que hay oculta en la formalidad con la que se presenta el mundo. Son imágenes tan sólo que se presentar de forma intuitiva, en su desarrollo no hay ninguna posibilidad de estructurar un sistema conceptual consistente. Entiendo que la formalización filosófica no se puede mover en la ingravidez. Este ámbito que ni necesita estructura lógica es el que da cobijo a la especulación literaria.

Y para terminar con la entrevista, sabemos que, publicada la cuarta novela, se cerrará el proyecto en el que lleva décadas trabajando. ¿Iniciará un nuevo proyecto? ¿Probará otros formatos?

—Muchos años atrás preví un proyecto que tenia un sentido completo. Más allá de estas cuatro novelas no se me ocurre qué más podría escribir. Pero yo siempre he vivido escribiendo, y por este motivo no tendría que descartar quizás otros formatos no tan exigentes como la novela (por la extensión y por el esfuerzo). El proyecto de escribir se desarrolla conjuntamente con el proyecto de vivir, así que ya te contestaré dentro de unos años.

Muchas gracias y esperamos sus próximas obras con entusiasmo.

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